martes, 23 de septiembre de 2014

[III] Estrella de Plata

III

“¿Qué seria de los hombres sin el honor, la ética y sin Dios?
Maximus Dión Griken, Discursos


Diran Kratsker no era lo que parecía, en cierta forma todos cometían el error de subestimarlo, el lo tenia bien claro y esto era algo de lo que el se aprovechaba. Para muchos hombres nobles había sido una maldición nacer segundo y verse condenado de por vida al rango de Armot, tan cerca de la gloria y sin poder tocarla, mas Diran era de ese tipo de gente que le gustaba obrar por atrás y mantener el control, pero cuando los errores salían a flote era uno de los últimos en ser juzgados, esa era la posición ventajosa, no tan cerca del fuego como para poder quemarse…

Su tibio cuerpo yacía sentado en una gran butaca de color negro en medio de una meditación encausada por la droga que le preparaba una bonita muchacha de Erena cuyos bucles negros le llegaban hasta la cintura.

Meditaba sobre asuntos de estados por que tarde o temprano aparecería en el umbral de la puerta su hermano mayor, el Maximus Porvet Kratsker pidiendo su consejo, pero el problema radicaba en que este era muy orgulloso para admitir directamente que necesitaba ayuda en todo lo que se relacionaba con la asamblea… pobre iluso, desde el mismo momento que había asumido, Diran se había hecho cargo de todo por que el tenia eso que llaman genio innato y su hermano era demasiado ordinario para comprenderlo.

La verdad es que los planes de Diran se hallaban en medio de un profundo trance, el hombre del mesías, Dión Griken… en Erena… algo impactante para cualquier hombre que ubicara su intachable carrera dentro de la asamblea, siempre se mostraba tan convencido de sus ideales hasta el punto de obstaculizar los de los demás, hace bastante tiempo que el se interponía en el concejo, aquello le serviría para borrarlo un poco… Dión con su sentido impecable de la justicia se había mostrado como imposible de corromper pero esto demostraba una vez más que todos caían con la palanca adecuada…

De pronto una figura atlética de cabello castaño y ojos marrones se asomo por la puerta, era Porvet, si en algo su hermano mayor lo superaba era un su imagen repleta de carisma, generaba confianza de solo verlo y tenia una sonrisa tan amena que la gente solía dejarse ser a su lado, tal vez eran el complemento perfecto, Porvet se sentó en la butaca del lado y apoyo los antebrazos sobre las rodillas para luego mirar de soslayo a su hermano como si fueran dos viejos camaradas que se reencuentran, Diran descarto el trance y se reincorporo lentamente tomando un porte mas imponente que su hermano, queriendo demostrar que a pesar de todo el tenia el poder, Porvet lo miro sin darle importancia y llevo su vista hacia sus manos donde jugaba con el anillo de la asamblea.

-Tanto tiempo, Porvet- Exclamo el menor mientras giraba un globo terráqueo que estaba posicionado sobre una mesilla al lado de la butaca en un gesto altivo en tanto mostraba una leve sonrisa. Porvet se detuvo en el globo, este era de un color marrón que aparentaba antigüedad y tenia unas hermosas incrustaciones doradas marcando las nuevas grandes ciudades.

-¿Yo también pague eso?- pregunto restándole importancia al asunto mientras arreglaba el cabello en un gesto despreocupado.

Diran omitió cualquier replica. Y continúo

-Tu sabes que el mesías esta apunto de retirarse, y el Maximus con mas grado en la asamblea es Dión, ese hombre incorrupto tan odiado en la asamblea.-

-¿Y eso que?, es así siempre que cambiamos mesías, pero no podemos interponernos, de que serviría si al fin y al cabo aspiramos a la perfección y no a la corrupción, Diran-

-Te faltan ambiciones hermano- afirmo el menor mientras se ponía de pie soltando al globo y acercándose a él pero finalmente pasándolo de largo y obligando de esa forma a su hermano a darse vuelta para seguir contemplando su figura.

-Yo tengo el anillo- afirmo Porvet haciendo gala de este plateado instrumento que se encontraba de nuevo en el pulgar de su mano izquierda, al parecer ya se había aburrido de jugar con el.

-Hermano…- dijo Diran en un tono completamente condescendiente y casi sobreactuado –Yo mes a mes tengo que arreglar tus gastos estrafalarios para qué el mesías no sospeche donde gastas la mayoría de tu dinero, en esas sádicas perversiones que te da Erena, me han dicho que no puedes conservar a una mujer por más de tres días y que te carcomen las ganas de verlas vestidas de rojo intenso, una entretención bastante vulgar para mí y para toda la asamblea… y ya estoy harto de esto porque yo también tengo cosas que hacer… y no me molestaría deshacerme de esa ocupación que en realidad poco me importa… -

-Ya eso lo puedo entender perfectamente sin que seas tan… en fin… ¿Qué quieres?-

-Tu esposa tiene una hermana, no muy guapa la verdad pero en edad, creo que tiene 17 años-

-Si mal no recuerdo- añadió Porvet –Tú estas casado-

Diran lo miro con un gesto comprensivo –Pero Dión Griken no, además será un buen miembro de la familia-

-No quiero inmiscuir a la hermana de Constance en esto, es una niña bastante atractiva y puedo conseguir una alianza…-

-¿Mejor?- interrumpió Diran – no digas estupide…-

Constance irrumpió sin el más mínimo miramiento y se sentó en el puesto que Diran había estado ocupando –Quiero té de yerbas- señalo mientras cruzaba sus blancas piernas apenas visibles por un vestido de encaje semi transparente en la parte inferior que llevaba puesto con la mayor elegancia –Vamos que no estoy jugando y tú lo sabes Diran- espeto mientras le enviaba una mirada de complicidad al hombre aludido que inmediatamente envió las ordenes por un panel que estaba cerca de la butaca en donde se encontraba Constance, y estuvo lo suficientemente cerca de la mujer para poder percibir el aroma de su pelo.

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