martes, 23 de septiembre de 2014

[II] Estrella de Plata

II

“…Y nosotros que pensábamos haber erradicado el cáncer…”
Discurso en la asamblea, Mesías XIV

La llave a pesar de todas las teorías ficticias que existían a su alrededor no era mas que una identificación, y eso había que saberlo, el Maximus tenia sus medios para averiguarlo y su canal era bastante amplio -aunque no tanto como el del enemigo- por lo que no tardo en descubrirlo, la artimaña solo se basaba en tratar de probar la llave, Por algo solo el nombre de Erena se veía gastado, la llave no resistía ser usada como tal, así que una vez mas la cautela le entregaba un premio a Dión, ya había caído alguien con el que se había “identificado” y esta persona lo estaba conduciendo al laberinto subterráneo de Erena.

La noche era tibia y agradable, pero Dión se sentía incomodo con su acompañante, este era un joven de cabello castaño un tanto lacio y bastante corto, sus facciones no eran nada especiales y su ser en total no desprendía nada que valiera la pena, se llamaba Curtis y era de un rango inferior, un Armot para ser exactos, ese grado representaba que era uno de estos segundos hijos que no tenían posibilidad de llegar a ser un Maximus, jamás seria un cabeza de familia.

A diferencia de lo que Dión pensaba no le pusieron traba para llegar a Erena, el Maximus se imagino que le vendarían los ojos, que lo drogarían o cualquier cosa por el estilo, pero no, solo se limitaron a enseñarle el camino de lo que seria su sección, al escuchar esta oración Dión pudo comprender que seguramente Erena estaba plagada de sedes y que su protección –mas que vendar los ojos- se basaba en que nadie las conocía todas… En cualquier caso, estaba información seria bastante útil.

Cuando Dión llego los “esclavos” lo trataron con suma amabilidad, lo condujeron a una sala en donde le quitaron sus pertenencias, lo desnudaron y le entregaron unas ropas tan lujosas como las que llevaba antes, respetando su altísimo rango, sobre el solo estaba el mesías. Dión en un principio se resistió a que le quitaran la ropa, lo encontró impropio, pero luego lo dejo estar, no podía permitirse no poder ir más lejos a causa de un capricho, por mucho que mellara su honra. Además debía admitirlo, el se imagino que serian unos salvajes pero, incluso tenían un buen gusto, esa sala por la que cada hombre no debía estar mas de 15 minutos, daba una de las mejores impresiones, tenia las paredes de un tono marrón casi rojo, el techo por lo menos 15 metros sobre las cabezas estaba sostenido por hermosos pilares tallados del mismo color que las paredes y la sala en si tenia un penetrante aroma dulzón, bastante relajante por lo demás, habían un sinfín de estatuas con diferentes frases en un dialecto extraño, para nada parecido Irgaren que hablaban todos los hombre desde el primer mesías, ni siquiera los caracteres se le parecían, pero Dión desecho la idea de preguntar, esa no era una actitud digan de un hombre de su posición además seguramente serian puras herejías.

Uno de los esclavos –El más atractivo- lo condujo hasta una gran sala con mayor opulencia que la anterior, en donde el hombre pudo vislumbrar una figura un tanto atlética, pero que definitivamente no tenia sus rasgos faciales precisamente bien acomodados, era notorio que lo esperaba, mientras mostraba en su rostro una sonrisa un tanto bonachona, Dión no tardo en sentir repulsión por aquel hombre.

-Bienvenido Maximus Dión Griken- dijo el hombre mientras se ponía de pie y le extendía la mano, el Maximus se limito en observarla sin devolverle el gesto.

-Mi nombre es Crispheratus Erena-

Dión al oír aquello hizo una mueca de asombro imposible de disimular

–Veo que te sorprende que me apellide Erena- dijo enarcando una ceja -pero déjame decirte que no soy el único, esto es un “negocio” familiar-

El rubio maldijo su propia expresión y luego adopto una más impenetrable que la anterior, no debia dejarse entender tan facilmente por un hereje.

- Veo que tu estirpe no ha perdido el tiempo- Pronuncio secamente en un tono ofensivo dando por zanjada la conversación, Pero Crispheratus no pareció ofenderse, es mas incluso le sonrió para luego decirle “así es” en el más mesurado de los tonos.

-Maximus, no perdamos el tiempo en charlas y vayamos a ver lo que te trae por aquí, tú sabes, nosotros no existiríamos sin la demanda-

Aquel comentario turbo a Dión, ese era su peor temor, y aunque siempre había sabido que era real nunca le había tomado el peso, solo ahora que quien se lo había ratificado nada mas que uno de los dueños de Erena podía sentir el horrible sabor de un derrota moral. El Erena no pareció percibir esto, pero lo que si sabía era que si seguía conversando con ese arrogante hombre esto podía terminar en desgracia, lo mejor seria buscarle algo bonito y dejarlo partir lo más rápido posible. Así que lo condujo por unos cuantos pasillas hasta que llegaron a la sala central, el corazón de esta sede, le abrió amablemente una puerta de color ámbar y le dijo:

-El mundo es suyo, elija lo que le plazca-

El Maximus entro sin titubear pero lo que vio adentro lo impacto, se quedo un segundo con la mente en blanco para asimilar lo que veía, tantas formas, tantos colores… tanta gente… la población humana actual apenas superaba los 10 millones en el mundo así que casi todo siempre estaba vacio, a excepción de la asamblea en la ciudad central pero aun así esta era de carácter serio y jamás había visto tanta gente en una pose tan relajada, esto sin duda era libertinaje. Pero no podía negarse algo, la gente era hermosa, o por lo menos la gran parte estaba preocupado por tener un aspecto agradable a la vista, a diferencia de las muchas hijas de Maximus estas si eran deseables.

Luego de dar unos pasos mas, su anfitrión entro tras el y se dedico a hablarle de negocios ofreciéndole diferentes servicios.

-…Todo depende de tus expectativas y necesidades, por ejemplo esta hermosa chica –dijo mientras con su mirada le indicaba a Dión una chica colorina de cuerpo escultural que estaba vestida temáticamente de griega –Es una experta en historia antigua, luego de la gran quema de libros hay mucha gente interesada en saber como se vivía antiguamente y esta chica es capaz de ofrecerte información de primera mano-

El Maximus con un ademan dio a entender que no la necesitaba, no por que no sintiera curiosidad, si no por que no tenia motivo para creerle a un hereje del bando contrario, además la curiosidad era un defecto femenino…

Siguieron avanzando por los pasillos, la mayoría de la gente se encontraba sobre unas pequeñas plataformas desempeñando su arte para llamar la atención, el Maximus consideraba vulgar exhibirse de esa manera.

-Mira a este hombre- dijo el Erena mientras le daba una palmada aprobatoria a un tipo de aspecto sereno y feliz que tenia las manos cubiertas con un polvo blanco bastante llamativo.
-Este hombre- Continuo el Erena –Es un cocinero, a muchos la frugalidad ya no les interesa, y el es capaz de hacer experimentar diferentes formas de placer a tu paladar.-

Dión se dio media vuelta y siguió avanzando solo, Crispheratus lo siguió entendiendo que lo había ofendido, pero no le quedaba otra que seguir probando suerte, si no le pedía algo en particular era difícil adivinarlo.

Crispheratus le dio un pequeño resumen de todo lo que Erena distribuía; Filósofos, Filántropos, Cocineros, Mucamas, Poetas, Entrenadores físicos, Esclavos sexuales, Músicos, Guarda espaldas, Cantantes, Actores, Historiadores, en fin cualquier cosa que el pudiera desear, hasta expertos en drogas y tóxicos, no había nada que no pudiera tener, a demás con su posición su crédito era ilimitado explico el Erena, pero cada vez Dión sentía mas asco, con cada hermoso rostro sentía la putrefacción de vivir fuera de su hermoso mundo donde la constitución era la biblia del hombre, el mundo de los hombres del mañana.

De repente sintieron un pequeño disturbio, varios puestos mas abajo, Dión sin pensárselo dos veces apretó el paso para ver que era lo que ocurría, aparto a la gente que rodeaba el lugar empujándolos algunos simplemente trastabillaban y otros caían al suelo sin mas, nadie tubo la osadía de decirle algo, pues sus ropas delataban su rango.

Allí frente a el había un chico forcejeando con dos guardias y un hombre que perdía interés en el producto, Dión que solo se fijo en el hombre pudo reconocer en el a Diran Kratsker, un Armot familiar de Durkerfort bastante lejano por lo demas, aquel estúpido corrupto jamás le había generado confianza y menos ahora, Diran al percatarse de la presencia de Dión no pudo evitar abrir mucho sus ojos como si esta noticia fuese una bomba de tiempo, se dio media vuelta y se retiro complacido, en tanto Dión poso su mirada en el esclavo que aun seguía tratando de liberarse de los guardias, Aquel chico llamo su atención profundamente, tenia una piel tan blanca como el mármol que contrastaba con su negro cabello que iba disminuyendo en volumen para terminar acabando sutilmente sobre sus hombros, este era lacio y varias mechas jugueteaban con sus ojos…

-¡Sus ojos!- Exclamo Dión extrañado mientras se acercaba a paso decidido y le tomaba el mentón con fuerza para obligar al esclavo a mirarle a la cara, tenia los ojos de diferente color, uno era tan negro como la herejía de este lugar mientras el otro mostraba un gris digno y frio, y ambos combinados revelaban un salvajismo capaz de amedrentar a un hombre.

Pero aquel gesto le costo un precio, apenas el chico pudo reaccionar, furioso le escupió en la cara al Maximus Dión Griken, lo que genero una ola de silencio en toda el lugar, todos miraban expectantes al Maximus que seguía sin reaccionar, un hombre como el jamás se imaginaba que algo así le podría ocurrir, así que no lo asimilaba aun.

El Erena cuando pudo acercarse a la plataforma del esclavo vio la escena escandalizado, la saliva escurría por la cara del Maximus que seguía agarrando al chico por el mentón, aquel momento parecía infinito, pero Crispheratus por su experiencia sabia que debía actuar rápido antes de que el Maximus diera rienda suelta a su disgusto e hiciera una barbaridad de la que luego todos tendrían que arrepentirse, se interpuso entre ambos hombres e inmediatamente golpeo con tanta fuerza la mejilla del esclavo que este trastabillo quedando encorvado, aferrando una de sus manos al lugar que había sido abofeteado mientras miraba con un odio salvaje al Erena, luego se detuvo en Dión, el que ya comenzaba a reaccionar.

-¿Para que sirve este?- pregunto Dión cabreado luego de limpiarse el rostro, en tanto se acercaba al joven y le agarraba un brazo levantándolo para que sus miradas quedaran a la altura, pero como el chico forcejeaba con tanto ahínco decidió hacer lo mismo que su anfitrión solo que con tal fuerza que se hubiera caído si el no lo hubiera estado sosteniendo, la gente ahogo un grito, pero nadie se atrevió a hacer un solo reproche. El Erena estaba perceptiblemente nervioso, esto no ayudaba con su relación con los esclavos si los demás lo veían podrían sentirse incómodos y desconfiar de el, debía detener esta situación.

-El esta entrenado en el arte musical, la cítara es su especialidad, aunque en un principio lo íbamos a entrenar para fines sexuales, pero como ya has visto es un poco indomable, aunque doy fe de que puede servir para ambos.-

-Pues entonces me lo llevo- dijo Dión mientras lo arrojaba para un lado, el joven estuvo dispuesto a pelear pero los guardias lo redujeron antes de que ofendiera al Maximus otra vez.

-Pero… si lo quieres matar no te preocupes, nos preocuparemos de que reciba su castigo pero ¡Por Dios! También es un humano-

El Maximus acomodo su cabello en un gesto refréscate mientras miraba con sus intensos ojos verdes al nervioso hombre.

-¿Que? ¿No me oíste? Me lo llevo, quiero a este esclavo y no admitiré replicas, lo que haga con el es mi asunto ¿No querrás enemistarte conmigo? Por que te juro por el mesías que no te conviene ¡Ahora empácalo para mi antes de que realmente me enfurezca!-

El público se empezó a retirar rápidamente por que nadie quería ser objeto de la ira de aquel hombre, además el espectáculo había terminado, la gente retomo sus actividades pero no con la misma euforia que antes, parecía que la mitad de su energía se había disuelto de la nada, mientras el Erena y el Maximus se miraban silenciosos esperando a ver cual cedería primero, por supuesto fue Crispheratus el que se dio por vencido primero, por que si no accedía pondría en peligro a los demás esclavos y sobre todo se pondría en peligro a el mismo.

-Dróguenlo- dicto finalmente Crispheratus –Vorx acaba de pasar a ser posesión del Maximus-

La expresión desafiante del chico se fue desvaneciendo bajo una jeringa…

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