martes, 23 de septiembre de 2014

[III] Estrella de Plata

III

“¿Qué seria de los hombres sin el honor, la ética y sin Dios?
Maximus Dión Griken, Discursos


Diran Kratsker no era lo que parecía, en cierta forma todos cometían el error de subestimarlo, el lo tenia bien claro y esto era algo de lo que el se aprovechaba. Para muchos hombres nobles había sido una maldición nacer segundo y verse condenado de por vida al rango de Armot, tan cerca de la gloria y sin poder tocarla, mas Diran era de ese tipo de gente que le gustaba obrar por atrás y mantener el control, pero cuando los errores salían a flote era uno de los últimos en ser juzgados, esa era la posición ventajosa, no tan cerca del fuego como para poder quemarse…

Su tibio cuerpo yacía sentado en una gran butaca de color negro en medio de una meditación encausada por la droga que le preparaba una bonita muchacha de Erena cuyos bucles negros le llegaban hasta la cintura.

Meditaba sobre asuntos de estados por que tarde o temprano aparecería en el umbral de la puerta su hermano mayor, el Maximus Porvet Kratsker pidiendo su consejo, pero el problema radicaba en que este era muy orgulloso para admitir directamente que necesitaba ayuda en todo lo que se relacionaba con la asamblea… pobre iluso, desde el mismo momento que había asumido, Diran se había hecho cargo de todo por que el tenia eso que llaman genio innato y su hermano era demasiado ordinario para comprenderlo.

La verdad es que los planes de Diran se hallaban en medio de un profundo trance, el hombre del mesías, Dión Griken… en Erena… algo impactante para cualquier hombre que ubicara su intachable carrera dentro de la asamblea, siempre se mostraba tan convencido de sus ideales hasta el punto de obstaculizar los de los demás, hace bastante tiempo que el se interponía en el concejo, aquello le serviría para borrarlo un poco… Dión con su sentido impecable de la justicia se había mostrado como imposible de corromper pero esto demostraba una vez más que todos caían con la palanca adecuada…

De pronto una figura atlética de cabello castaño y ojos marrones se asomo por la puerta, era Porvet, si en algo su hermano mayor lo superaba era un su imagen repleta de carisma, generaba confianza de solo verlo y tenia una sonrisa tan amena que la gente solía dejarse ser a su lado, tal vez eran el complemento perfecto, Porvet se sentó en la butaca del lado y apoyo los antebrazos sobre las rodillas para luego mirar de soslayo a su hermano como si fueran dos viejos camaradas que se reencuentran, Diran descarto el trance y se reincorporo lentamente tomando un porte mas imponente que su hermano, queriendo demostrar que a pesar de todo el tenia el poder, Porvet lo miro sin darle importancia y llevo su vista hacia sus manos donde jugaba con el anillo de la asamblea.

-Tanto tiempo, Porvet- Exclamo el menor mientras giraba un globo terráqueo que estaba posicionado sobre una mesilla al lado de la butaca en un gesto altivo en tanto mostraba una leve sonrisa. Porvet se detuvo en el globo, este era de un color marrón que aparentaba antigüedad y tenia unas hermosas incrustaciones doradas marcando las nuevas grandes ciudades.

-¿Yo también pague eso?- pregunto restándole importancia al asunto mientras arreglaba el cabello en un gesto despreocupado.

Diran omitió cualquier replica. Y continúo

-Tu sabes que el mesías esta apunto de retirarse, y el Maximus con mas grado en la asamblea es Dión, ese hombre incorrupto tan odiado en la asamblea.-

-¿Y eso que?, es así siempre que cambiamos mesías, pero no podemos interponernos, de que serviría si al fin y al cabo aspiramos a la perfección y no a la corrupción, Diran-

-Te faltan ambiciones hermano- afirmo el menor mientras se ponía de pie soltando al globo y acercándose a él pero finalmente pasándolo de largo y obligando de esa forma a su hermano a darse vuelta para seguir contemplando su figura.

-Yo tengo el anillo- afirmo Porvet haciendo gala de este plateado instrumento que se encontraba de nuevo en el pulgar de su mano izquierda, al parecer ya se había aburrido de jugar con el.

-Hermano…- dijo Diran en un tono completamente condescendiente y casi sobreactuado –Yo mes a mes tengo que arreglar tus gastos estrafalarios para qué el mesías no sospeche donde gastas la mayoría de tu dinero, en esas sádicas perversiones que te da Erena, me han dicho que no puedes conservar a una mujer por más de tres días y que te carcomen las ganas de verlas vestidas de rojo intenso, una entretención bastante vulgar para mí y para toda la asamblea… y ya estoy harto de esto porque yo también tengo cosas que hacer… y no me molestaría deshacerme de esa ocupación que en realidad poco me importa… -

-Ya eso lo puedo entender perfectamente sin que seas tan… en fin… ¿Qué quieres?-

-Tu esposa tiene una hermana, no muy guapa la verdad pero en edad, creo que tiene 17 años-

-Si mal no recuerdo- añadió Porvet –Tú estas casado-

Diran lo miro con un gesto comprensivo –Pero Dión Griken no, además será un buen miembro de la familia-

-No quiero inmiscuir a la hermana de Constance en esto, es una niña bastante atractiva y puedo conseguir una alianza…-

-¿Mejor?- interrumpió Diran – no digas estupide…-

Constance irrumpió sin el más mínimo miramiento y se sentó en el puesto que Diran había estado ocupando –Quiero té de yerbas- señalo mientras cruzaba sus blancas piernas apenas visibles por un vestido de encaje semi transparente en la parte inferior que llevaba puesto con la mayor elegancia –Vamos que no estoy jugando y tú lo sabes Diran- espeto mientras le enviaba una mirada de complicidad al hombre aludido que inmediatamente envió las ordenes por un panel que estaba cerca de la butaca en donde se encontraba Constance, y estuvo lo suficientemente cerca de la mujer para poder percibir el aroma de su pelo.

[II] Estrella de Plata

II

“…Y nosotros que pensábamos haber erradicado el cáncer…”
Discurso en la asamblea, Mesías XIV

La llave a pesar de todas las teorías ficticias que existían a su alrededor no era mas que una identificación, y eso había que saberlo, el Maximus tenia sus medios para averiguarlo y su canal era bastante amplio -aunque no tanto como el del enemigo- por lo que no tardo en descubrirlo, la artimaña solo se basaba en tratar de probar la llave, Por algo solo el nombre de Erena se veía gastado, la llave no resistía ser usada como tal, así que una vez mas la cautela le entregaba un premio a Dión, ya había caído alguien con el que se había “identificado” y esta persona lo estaba conduciendo al laberinto subterráneo de Erena.

La noche era tibia y agradable, pero Dión se sentía incomodo con su acompañante, este era un joven de cabello castaño un tanto lacio y bastante corto, sus facciones no eran nada especiales y su ser en total no desprendía nada que valiera la pena, se llamaba Curtis y era de un rango inferior, un Armot para ser exactos, ese grado representaba que era uno de estos segundos hijos que no tenían posibilidad de llegar a ser un Maximus, jamás seria un cabeza de familia.

A diferencia de lo que Dión pensaba no le pusieron traba para llegar a Erena, el Maximus se imagino que le vendarían los ojos, que lo drogarían o cualquier cosa por el estilo, pero no, solo se limitaron a enseñarle el camino de lo que seria su sección, al escuchar esta oración Dión pudo comprender que seguramente Erena estaba plagada de sedes y que su protección –mas que vendar los ojos- se basaba en que nadie las conocía todas… En cualquier caso, estaba información seria bastante útil.

Cuando Dión llego los “esclavos” lo trataron con suma amabilidad, lo condujeron a una sala en donde le quitaron sus pertenencias, lo desnudaron y le entregaron unas ropas tan lujosas como las que llevaba antes, respetando su altísimo rango, sobre el solo estaba el mesías. Dión en un principio se resistió a que le quitaran la ropa, lo encontró impropio, pero luego lo dejo estar, no podía permitirse no poder ir más lejos a causa de un capricho, por mucho que mellara su honra. Además debía admitirlo, el se imagino que serian unos salvajes pero, incluso tenían un buen gusto, esa sala por la que cada hombre no debía estar mas de 15 minutos, daba una de las mejores impresiones, tenia las paredes de un tono marrón casi rojo, el techo por lo menos 15 metros sobre las cabezas estaba sostenido por hermosos pilares tallados del mismo color que las paredes y la sala en si tenia un penetrante aroma dulzón, bastante relajante por lo demás, habían un sinfín de estatuas con diferentes frases en un dialecto extraño, para nada parecido Irgaren que hablaban todos los hombre desde el primer mesías, ni siquiera los caracteres se le parecían, pero Dión desecho la idea de preguntar, esa no era una actitud digan de un hombre de su posición además seguramente serian puras herejías.

Uno de los esclavos –El más atractivo- lo condujo hasta una gran sala con mayor opulencia que la anterior, en donde el hombre pudo vislumbrar una figura un tanto atlética, pero que definitivamente no tenia sus rasgos faciales precisamente bien acomodados, era notorio que lo esperaba, mientras mostraba en su rostro una sonrisa un tanto bonachona, Dión no tardo en sentir repulsión por aquel hombre.

-Bienvenido Maximus Dión Griken- dijo el hombre mientras se ponía de pie y le extendía la mano, el Maximus se limito en observarla sin devolverle el gesto.

-Mi nombre es Crispheratus Erena-

Dión al oír aquello hizo una mueca de asombro imposible de disimular

–Veo que te sorprende que me apellide Erena- dijo enarcando una ceja -pero déjame decirte que no soy el único, esto es un “negocio” familiar-

El rubio maldijo su propia expresión y luego adopto una más impenetrable que la anterior, no debia dejarse entender tan facilmente por un hereje.

- Veo que tu estirpe no ha perdido el tiempo- Pronuncio secamente en un tono ofensivo dando por zanjada la conversación, Pero Crispheratus no pareció ofenderse, es mas incluso le sonrió para luego decirle “así es” en el más mesurado de los tonos.

-Maximus, no perdamos el tiempo en charlas y vayamos a ver lo que te trae por aquí, tú sabes, nosotros no existiríamos sin la demanda-

Aquel comentario turbo a Dión, ese era su peor temor, y aunque siempre había sabido que era real nunca le había tomado el peso, solo ahora que quien se lo había ratificado nada mas que uno de los dueños de Erena podía sentir el horrible sabor de un derrota moral. El Erena no pareció percibir esto, pero lo que si sabía era que si seguía conversando con ese arrogante hombre esto podía terminar en desgracia, lo mejor seria buscarle algo bonito y dejarlo partir lo más rápido posible. Así que lo condujo por unos cuantos pasillas hasta que llegaron a la sala central, el corazón de esta sede, le abrió amablemente una puerta de color ámbar y le dijo:

-El mundo es suyo, elija lo que le plazca-

El Maximus entro sin titubear pero lo que vio adentro lo impacto, se quedo un segundo con la mente en blanco para asimilar lo que veía, tantas formas, tantos colores… tanta gente… la población humana actual apenas superaba los 10 millones en el mundo así que casi todo siempre estaba vacio, a excepción de la asamblea en la ciudad central pero aun así esta era de carácter serio y jamás había visto tanta gente en una pose tan relajada, esto sin duda era libertinaje. Pero no podía negarse algo, la gente era hermosa, o por lo menos la gran parte estaba preocupado por tener un aspecto agradable a la vista, a diferencia de las muchas hijas de Maximus estas si eran deseables.

Luego de dar unos pasos mas, su anfitrión entro tras el y se dedico a hablarle de negocios ofreciéndole diferentes servicios.

-…Todo depende de tus expectativas y necesidades, por ejemplo esta hermosa chica –dijo mientras con su mirada le indicaba a Dión una chica colorina de cuerpo escultural que estaba vestida temáticamente de griega –Es una experta en historia antigua, luego de la gran quema de libros hay mucha gente interesada en saber como se vivía antiguamente y esta chica es capaz de ofrecerte información de primera mano-

El Maximus con un ademan dio a entender que no la necesitaba, no por que no sintiera curiosidad, si no por que no tenia motivo para creerle a un hereje del bando contrario, además la curiosidad era un defecto femenino…

Siguieron avanzando por los pasillos, la mayoría de la gente se encontraba sobre unas pequeñas plataformas desempeñando su arte para llamar la atención, el Maximus consideraba vulgar exhibirse de esa manera.

-Mira a este hombre- dijo el Erena mientras le daba una palmada aprobatoria a un tipo de aspecto sereno y feliz que tenia las manos cubiertas con un polvo blanco bastante llamativo.
-Este hombre- Continuo el Erena –Es un cocinero, a muchos la frugalidad ya no les interesa, y el es capaz de hacer experimentar diferentes formas de placer a tu paladar.-

Dión se dio media vuelta y siguió avanzando solo, Crispheratus lo siguió entendiendo que lo había ofendido, pero no le quedaba otra que seguir probando suerte, si no le pedía algo en particular era difícil adivinarlo.

Crispheratus le dio un pequeño resumen de todo lo que Erena distribuía; Filósofos, Filántropos, Cocineros, Mucamas, Poetas, Entrenadores físicos, Esclavos sexuales, Músicos, Guarda espaldas, Cantantes, Actores, Historiadores, en fin cualquier cosa que el pudiera desear, hasta expertos en drogas y tóxicos, no había nada que no pudiera tener, a demás con su posición su crédito era ilimitado explico el Erena, pero cada vez Dión sentía mas asco, con cada hermoso rostro sentía la putrefacción de vivir fuera de su hermoso mundo donde la constitución era la biblia del hombre, el mundo de los hombres del mañana.

De repente sintieron un pequeño disturbio, varios puestos mas abajo, Dión sin pensárselo dos veces apretó el paso para ver que era lo que ocurría, aparto a la gente que rodeaba el lugar empujándolos algunos simplemente trastabillaban y otros caían al suelo sin mas, nadie tubo la osadía de decirle algo, pues sus ropas delataban su rango.

Allí frente a el había un chico forcejeando con dos guardias y un hombre que perdía interés en el producto, Dión que solo se fijo en el hombre pudo reconocer en el a Diran Kratsker, un Armot familiar de Durkerfort bastante lejano por lo demas, aquel estúpido corrupto jamás le había generado confianza y menos ahora, Diran al percatarse de la presencia de Dión no pudo evitar abrir mucho sus ojos como si esta noticia fuese una bomba de tiempo, se dio media vuelta y se retiro complacido, en tanto Dión poso su mirada en el esclavo que aun seguía tratando de liberarse de los guardias, Aquel chico llamo su atención profundamente, tenia una piel tan blanca como el mármol que contrastaba con su negro cabello que iba disminuyendo en volumen para terminar acabando sutilmente sobre sus hombros, este era lacio y varias mechas jugueteaban con sus ojos…

-¡Sus ojos!- Exclamo Dión extrañado mientras se acercaba a paso decidido y le tomaba el mentón con fuerza para obligar al esclavo a mirarle a la cara, tenia los ojos de diferente color, uno era tan negro como la herejía de este lugar mientras el otro mostraba un gris digno y frio, y ambos combinados revelaban un salvajismo capaz de amedrentar a un hombre.

Pero aquel gesto le costo un precio, apenas el chico pudo reaccionar, furioso le escupió en la cara al Maximus Dión Griken, lo que genero una ola de silencio en toda el lugar, todos miraban expectantes al Maximus que seguía sin reaccionar, un hombre como el jamás se imaginaba que algo así le podría ocurrir, así que no lo asimilaba aun.

El Erena cuando pudo acercarse a la plataforma del esclavo vio la escena escandalizado, la saliva escurría por la cara del Maximus que seguía agarrando al chico por el mentón, aquel momento parecía infinito, pero Crispheratus por su experiencia sabia que debía actuar rápido antes de que el Maximus diera rienda suelta a su disgusto e hiciera una barbaridad de la que luego todos tendrían que arrepentirse, se interpuso entre ambos hombres e inmediatamente golpeo con tanta fuerza la mejilla del esclavo que este trastabillo quedando encorvado, aferrando una de sus manos al lugar que había sido abofeteado mientras miraba con un odio salvaje al Erena, luego se detuvo en Dión, el que ya comenzaba a reaccionar.

-¿Para que sirve este?- pregunto Dión cabreado luego de limpiarse el rostro, en tanto se acercaba al joven y le agarraba un brazo levantándolo para que sus miradas quedaran a la altura, pero como el chico forcejeaba con tanto ahínco decidió hacer lo mismo que su anfitrión solo que con tal fuerza que se hubiera caído si el no lo hubiera estado sosteniendo, la gente ahogo un grito, pero nadie se atrevió a hacer un solo reproche. El Erena estaba perceptiblemente nervioso, esto no ayudaba con su relación con los esclavos si los demás lo veían podrían sentirse incómodos y desconfiar de el, debía detener esta situación.

-El esta entrenado en el arte musical, la cítara es su especialidad, aunque en un principio lo íbamos a entrenar para fines sexuales, pero como ya has visto es un poco indomable, aunque doy fe de que puede servir para ambos.-

-Pues entonces me lo llevo- dijo Dión mientras lo arrojaba para un lado, el joven estuvo dispuesto a pelear pero los guardias lo redujeron antes de que ofendiera al Maximus otra vez.

-Pero… si lo quieres matar no te preocupes, nos preocuparemos de que reciba su castigo pero ¡Por Dios! También es un humano-

El Maximus acomodo su cabello en un gesto refréscate mientras miraba con sus intensos ojos verdes al nervioso hombre.

-¿Que? ¿No me oíste? Me lo llevo, quiero a este esclavo y no admitiré replicas, lo que haga con el es mi asunto ¿No querrás enemistarte conmigo? Por que te juro por el mesías que no te conviene ¡Ahora empácalo para mi antes de que realmente me enfurezca!-

El público se empezó a retirar rápidamente por que nadie quería ser objeto de la ira de aquel hombre, además el espectáculo había terminado, la gente retomo sus actividades pero no con la misma euforia que antes, parecía que la mitad de su energía se había disuelto de la nada, mientras el Erena y el Maximus se miraban silenciosos esperando a ver cual cedería primero, por supuesto fue Crispheratus el que se dio por vencido primero, por que si no accedía pondría en peligro a los demás esclavos y sobre todo se pondría en peligro a el mismo.

-Dróguenlo- dicto finalmente Crispheratus –Vorx acaba de pasar a ser posesión del Maximus-

La expresión desafiante del chico se fue desvaneciendo bajo una jeringa…

[I] Estrella de Plata

I

“El mundo es de la gente de convicciones firmes y alma pura, dispuesta a recibir a dios, los demás deben perecer”
El Mesías I, Antes de la Revuelta

La noche estaba Fría y corría una molesta briza húmeda que incomodaba perceptiblemente a el Maximus Dión Griken, las enormes ventanas estaban abiertas de par en par, pero no el no las cerraría, su elevada posición no le dejaría pensarlo ni por el mas mínimo de los momentos, y por ahora le era imposible llamar a uno de los tantos robots estándar que tenia para que lo hiciera, esto produciría una oleada de desconfianza en su interlocutor que haría que la relación también se enfriara y será mas difícil lograr el propósito que tanto ansiaba y que por años había esperado.

La sala donde había recibido al Maximus de Durkerfor era una de las mas hermosas de todo su palacio, el techo estaba a mas de treinta metros sobre las cabezas, las paredes eran de un gris casi negro, hechas de piedra con una arquitectura un tanto gótica, si bien era cierto que tenia un aspecto frio, esto quedaba relegado a segundo plano ya que la mayoría de los palacios tenían su propio clima, aunque esta vez la ventana abierta estuviera interfiriendo…

El Maximus iba ligero de ropa aunque bastante formal para la ocasión, tenia su corto pelo recogido en un pequeño moño apenas perceptible lo que dejaba al descubierto la línea de su cuello, normalmente cuando lo traía suelto, este no tenia una extensión considerable, es decir, podía seguir pensándose que aquel guapo hombre de bucles dorado lo llevaba corto, pero siempre era bueno tener una extensión lo bastantemente amplia para poder cortársela si la vida lo golpeaba con un duelo.

La cena había transcurrido con normalidad, habían tratado los mismos asuntos banales que el protocolo exigía y habían comido lo que sus votos de frugalidad les exigía, pero ahora venia la parte que Dión ansiaba, y esa era llegar al meollo del asunto, ambos sostenían su copa de vino, –los votos de frugalidad eximían al vino- Durkerfor con una actitud algo tosca y preocupada mientras que Dión intentaba mostrarse complacido con su presencia, El mayor de una facciones menos brillantes y unos ojos que escrutaban hasta el mas ínfimo detalle, se mostraba reticente a tomar la palabra, no quería ser engañado y aun cuando llevaban meses –casi años- negociando del asunto seguía mostrándose desconfiado, a Dión le tocaría dar el paso…

-Como es evidente tu presencia me tiene complacido, pero hay asuntos que me pesan, y esos creo amigo mío, son los mismos que a no te dejan dormir por las noches. Todos los hombres de Idarg deberían estar preocupados por los mismos asuntos, pero no es así… y todo por culpa de la corrupción de la que nuestros jóvenes son presas-

Durkerfor que lo escuchaba atentamente no pudo evitar hacer una mueca notando que Dión se eximia de “nuestros” jóvenes, siendo que el era uno de los Maximus con menos edad dentro de la asamblea, apenas 32 años, y tenia el poder suficiente para cumplir sus caprichos, sin padres ni hermanos, con apenas medio puñado de familiares relativamente cercanos con un status definitivamente menor al que el poseía, si había una situación ideal para corromper a alguien esa era la situación de Dión, pero el se mostraba inmune, y aun mas, se mostraba como un iluminado por la mano del actual mesías, el mesías XXXVII.

El rubio decidió ignorar la mueca, pero tomo un apunte mental de ella, y continuo hablando.

-No destruimos toda la humanidad que se encontraba atascada en su mediocridad para que un hereje intentara atascarnos a nosotros, los hombres del mañana-

Había que reconocer que era un orador excelente, mientras hablaba sus ojos brillaban intensamente pero su receptor decidió que ya era momento de intervenir.

-Dión, tengo treinta primaveras mas que tu y comprenderás que yo mismo he visto como mis propios camaradas han caído presas de Erena y sus juguetes- Su tomo muy distinto al de Dión era mesurado repleto con una calma infinita, movía poco sus manos, pero traían consigo sus gestos una dignidad que era muy difícil no admirar - la humanidad que destruimos estaba muerta, y no consideramos justo esclavizarlos, por que seremos superiores, pero dios nos ilumina, sin embargo es penoso ver que Erena allá sobrevivido tantos años a través de sobornos, la manzana podrida siempre ha estado junto a nosotros, pero si acabamos con ella le será imposible contagiar al resto y no viviremos con este cargo de conciencia, finalmente hay que mostrarse piadoso con los esclavos de Erena, nosotros sin darnos cuenta los sumergimos en esta situación. Aquí tienes la llave-

El Maximus Durkerfor extendió su mano y mostro un pequeño artefacto dorado que decía “Erena” la letra parecía antigua, pero la llave era nueva, se notaba que jamás había sido usada. Entonces tanto el que entregaba la llave como el que la recibía arrojaron sus copas al fuego de la chimenea, sellando un pacto, Luego Dión recibo la llave y apretó el puño, deseando haber tenido una hermana para ofrecerle a Durkerfor.

Cuando se volvió a encontrar solo en la estancia, llamo para que cerraran las ventanas.

Sueños de Muerte [Capitulo IIA]


II

“Los títeres del destino pueden cortar sus cuerdas, lo que pasa es que nunca se han percatado de su condición”
(El Espantapájaros)


Sighild miraba intensamente el frió paisaje que se extendía tras el gran ventanal de cristal y mármol coronado con el escudo del pacto de los siete, aquel adornado ventanal la separaba a ella, al “Dios” de la obra, su obra. Miraba su creación con una vehemencia inusual, parecía que el paisaje a hubiese hipnotizado, aquellas pequeñas luces y la gran luna que velaba por el mundo en el cielo la tenían ensimismada hasta el punto de dar la impresión que ella misma deseaba perderse en el producto de su exhaustivo trabajo, seguramente lo que se cernía en la mente de aquella hermosa dama repercutiría en todas las existencias.

-Así sea- Murmuro mientras despegaba sus extraños ojos carmesí de aquel engañoso espejismo.

La puerta del salón crujió levemente, Sighild a pesar de la difusa luz que iluminaba el cuarto pudo columbrar la apenas perceptible figura de Kriem, la hermosa chica de cabello cobrizo y mirada vivaz que actualmente le servía.

Viene ataviada para la lucha” pensó Sighild luego de detenerse en la ornamentación de la muchacha, llevaba el peto de acero finamente adornado con motivos tribales y del citaron le colgaban dos espadas, una representativa de adepta Earbenet y la otra mas corta había sido un regalo de la mismísima Sighild cuando había ingresado a su servicio.

-Mi dama…- vacilo Kriem -Se han confirmado dos intrusos de procedencia desconocida-

La Siranta chasqueo los dedos, de súbito se encendieron todas las luces de la lujosa estancia dejando al descubierto la opulencia y la extravagancia propia de la diosa, la chica volteo enfurecida, apoyo una de sus manos contra el cristal, de alguna forma ya esperaba esta noticia…

-¡Ilusos! – restallo, golpeando una pequeña caja musical tallada en madera, la que al caer al suelo se abrió y comenzó a producir una triste melodía, Kriem reparo en el pequeño artefacto pero no estaba dispuesta a mostrarse tan sumisa como para recogerlo.

-¡Has algo, pero tráelos ante mi con vida!- trono de nuevo la Siranta.

La sensual colorina frunció el entrecejo, notando que su superiora había dicho más de lo que podía permitirse, esta conducta era usual en ella… por que siempre estaba sola… y no estaba acostumbrada a no confiar en nadie…

-¿Vivos mi dama? ¿Acaso puedo traerlos de otra forma? ¿Además por que debo ir yo? ¿no bastaría con que movilice a las tropas? Son solo dos contra cientos…. –

Sighild ahora consciente de su indiscreción no tubo mas elección que dar las explicaciones pertinentes, con cierto desdén le hizo una mueca a Kriem indicándole que se acercara, la joven que había permanecido quieta en el umbral se acerco lentamente, la habitación era tan grande que incluso la majestuosa figura de la Siranta se hacia insignificante “Si de verdad fuese Dios…” pensó Kriem “Su presencia tendría que inquietarme” Cuando se encontró lo suficientemente cerca de la Siranta reparo en el suelo húmedo y en el cristal manchado de diminutas gotas de agua, a pesar de que la luna ahora se hacia presente en el cielo casi despejado era evidente que hace un rato había llovido y también se hacia evidente que la Diosa había disfrutado del agua, jamás entendería su extraño comportamiento.

-Te he comentado varias veces la existencia de los hombres de los hielos del norte ¿No?- hizo una pausa para que la chica asintiera y luego retomo la palabra –Pues también debes saber que ellos pueden usar y recuerdan su derecho a perecer.-

Kriem abrió su boca y la cerro rápidamente sin que ningún sonido escapara de su garganta en señal de sorpresa, mientras comprendía que tal vez esos insignificantes intrusos formaban parte de los clanes de los malditos hombres de los hielos.

-Ahora redúcelos Atrekks y no vuelvas hasta que lo consigas de todas formas Iners ya se debe estar ocupando de ellos- Ordeno en un tono autoritario, mientras volvía a chasquear los dedos apagando las luces y dando por concluida la conversación, se inclino para tomar entre sus manos la cajita musical para luego retirar de una estantería un arpa sintética en la cual entono entre los destellos plateados que caracterizaban al instrumento la misma melodía que hace bastante rato tenia de los nervios a su servidora.

Kriem pensaba que era absurdo e innecesario que se encargaran Iners y ella de dos intrusos por que mal que mal ambos eran los mejores guerreros desde hace bastante tiempo, Iners incluso desde los albores de la era, pero como la Siranta era caprichosa y tenia el suficiente poder para hacerse escuchar se limito a murmurar un “bien” mientras se colocaba los guantes negros que traía en uno de los bolsos que llevaba ceñidos a su cintura en tanto mostraba una insidiosa sonrisa en su rostro –Tal vez sea interesante… -

Cerro la puerta dejando escapar un estrepitoso sonido, irradiaba felicidad, no había nada en el mundo que excitara mas a esta atrayente chica que el sonido seco de dos espadas confrontándose, deseaba encontrar a los intrusos (si es que los guardias aun no los habían destrozado) todo su cuerpo le exigía una batalla, avanzaba apresuradamente por los innumerables pasillos, buscando, esperando… Sabia que estarían cerca, lo podía percibir en el aire “después de todo soy una cazadora” pensó.

Se deslizo como una sombra por una escalera de caracol exquisitamente decorada, hecha de piedra y hierro, nunca había entendido el gusto enfermizo de la Diosa por este tipo de decoración después de todo habían elementos mas funcionales y modernos que aquellas extravagantes piezas…

A medida que iban quedando menos escalones se fue revelando el premio final, en el rellano de la escalera se encontró frente a frente con un chico un tanto mayor que ella, una verdadera obra de arte un cuerpo esculpido seguramente por años de entrenamiento, boca y mentón firmes, ojos penetrantes y cabello teñido de un rojo intenso que resaltaba el blanco de su piel virgen del sol. Si, era seguro que se trataba de un encantador espécimen de los hombres de los hielos del norte, lo cual era una lastima por que un hombre con su cuerpo seria más útil para otro tipo de batallas…

El chico la miro fijamente sin reparar en el sinuoso cuerpo de la joven, apoyando su mano izquierda en la empuñadura de su espada, su mirada era fría e imponente, tan solo sirviéndose de ella ordenaba que se apartaran de su camino.

-Mira que mal educado eres- pronuncio juguetonamente la joven - ¿Qué no te enseñaron modales los salvajes de los hielos? Entrar así a el casa de una mujer soltera… Eso da que pensar, tal vez podrías remediar un poco tu conducta revelándome tu nombre ¿No crees?-

El joven la miro de hito en hito un tanto desconcertado, mientras la observaba pudo percatarse que ella era el instrumento perfecto de la lujuria, pero a pesar de la clara arma carnal a la que representaba no parecía peligrosa y no era lo suyo herir a las mujeres…

-Bellatorius* mi dama- respondió finalmente -¿Ahora que ya conoce mi nombre, puede dejarme pasar?-

-No creas que soy tan fácil- dijo enarcando una ceja y depositando su mirada lasciva sobre él –Además tengo mis intereses ¿Sabes? No todos los días encuentro alguien digno para mi colección, así que… ¡Desenvaina!-

Tomo su espada de mayor longitud y en una forma particularmente amenazante avanzo hacia su contrincante.

-¡Oh, wau! Intentaras dañarme con ese baculo de adepta Earbenet. Busca un arma real y ve a practicar que yo no lucho con niñas- rio burlonamente Bellatorius mientras le daba despreocupadamente la espalda.

-Oh ¿Por qué?- pregunto ella con una insinuante voz -¿Preferirías hacer algo más conmigo?-
El joven se volteo cansado de tanto juego.

-¿Quién sabe? En todo caso hoy no tengo tiempo así que si no te molesta seguiré mi camino-
Kriem corrió hacia él dando un espectacular golpe seco por sobre la cabeza del chico que gracias a su riguroso entrenamiento había logrado desenvainar a tiempo.

-¡No me obligues a dañarte!- Restallo intentando sacarla de su camino mas se encontró una y otra vez con la espada de la chica que le impedía avanzar, Bellatorius se sentía abrumado por el hecho de medirse con una dama, esto no le complacía en absoluto y Kriem a pesar de tener cierta ventaja por este hecho se veía un tanto dubitativa en sus ataques, por que tenia que mantenerlo con vida, a veces olvidaba que los humanos eran tan frágiles antes de que la era comenzara, sentía en el alma no poder usar sus pistolas Griden en la lucha, aquellas poderosas armas abrían definido la lucha en no más de tres minutos…

Kriem que comenzaba a ser absorbida por el calor de la lucha daba cada vez estocadas mas furiosas, mientras sonreía insidiosamente sin perder su pose altiva, Bellatorius hacia lo posible por evitarla, pero… si seguía así seria incapaz de ganar.

El joven vacio su mente y respiro profundamente esperando ver el hueco en la defensa de su oponente que se formaba cada vez que lo atacaba, ella intento alcanzarlo con su espada pero inmediatamente el se abrió paso por su defensa hiriéndole el brazo derecho para que fuera incapaz de tomar la espada. La sangre de Kriem se esparció rápidamente por su delicada tez, la chica deslizo sus dedos por la herida para luego llevárselos a la boca, la culpa se asomo en la expresión que tenia el chico, no era de hombres herir a una dama, pero la muchacha ignoro la culpa de su adversario y se limito simplemente a cambiar el arma de brazo, para luego reanudar la lucha con mayor intensidad, esta no daba indicios de acabar, pero aquel clamor incesante de los excitados cuerpos se disipo cuando un ruido sordo advirtió que se acercaba alguien.

-¡Iners! Exclamo Kriem mientras se arrojaba al suelo aferrando su mano izquierda a la herida antes propinada luciendo una expresión de dolor en su rostro.

Bellatorius retrocedió desconcertado, ella se veía tan vulnerable, tan extrañamente inocente que el desconcierto no lo guio a mirar la figura que ahora se hacia visible ante e hasta que fue demasiado tarde, cuando Kriem se dirigió a él.

-Iners… lo lamento, el… me venció, es muy fuerte…- balbuceo Kriem –¿Cambiemos?- propuso mientras le entregaba a Bellatorius una sarcástica sonrisa.

Cuando el colorín fijo su vista en Iners quedo paralizado ya que el hombre traía sobre sus hombros a un chico que Bellatorius pudo reconocer como…

-¡Egomet!-

Iners accedió a la propuesta de Kriem con una mueca vacía mientras el otro chico se abalanzaba furioso contra el, pero Iners desenvaino lo suficientemente rápido para que el intento del joven por tomar ventaja fuera fallido, Kriem en tanto, se apoderaba del cuerpo del otro chico que Iners había dejado caer al suelo, para salir con celeridad del campo visual de ambos hombres.

-¡Maldición!- clamo Bellatorius desesperado sin poder evadir a su nuevo contrincante “Se lo llevan” pensó mientras blandía su espada con todas sus fuerzas, deseaba destrozar a Iners pero algo le llamaba profundamente la atención, tenia el cabello azul… Como un hombre de los hielos… Pero mas importante aun... Kriem… Kriem se las pagaría, había cometido un error a causa de su ego, la había subestimado y ahora Egomet pagaría las consecuencias, la próxima vez no se mediría.
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Bellatorius*: se pronuncia como doble L y no como con sonido de Y, por lo tanto es algo asi como Bel-latorius.

[I] Appetitum Animi

I

“La única manera de no perderse es no tener un rumbo”
Nidde, Comentarios.

Hace años que los rebeldes habían dejado de ser un grupo de gente asustada y desorganizada, pues con la llegada del 3º Dux las cosas habían cambiando radicalmente y en la sala de conferencias situada en la submarina ciudad de Astrian se planeaba que cambiaran aún más, frente al pódium la sonora voz del Irgrich Tarom se hacia escuchar apelando al sentimiento del pueblo y clamando descaradamente la hora de la venganza, Tarom un bajo y fofo individuo no era mas que un acomodado miembro de lo que se consideraba “Nobleza” al ser uno de los descendientes del 3º Dux, bajo el titulo de Senador la vida había estado abierta para el e Iter la comandante de las “Serenas de la muerte” escuchaba atentamente cada una de las falsas palabras del hombre, resultaba sencillo pedir que el pueblo luchase hasta la muerte cuando uno estaría resguardado tras la barrera que otorgaban las ciudades submarinas.

Pero al parecer los demás no compartían la opinión de la chica, entre aquellas paredes de piedra Gar que se encontraba sumergida y lejos de todo indicio de luz, la muchedumbre escuchaba acaloradamente las palabras de aquel hombre. A Iter nada de su persona le causaba buena impresión es mas, desde sus desacomodados rasgos faciales hasta su retorica intrincada y retorcida se le antojaba una señal de alerta, si una cosa tenia clara era que ese hombre jamás le generaría la confianza que debía tener en un mandatario, jamás pondría a sus “Serenas de la muerte” bajo sus ordenes, algo le indicaba que este “Revolucionario” tenia demasiados intereses personales en juego para poder considerarlo una persona honesta y esos “intereses personales” seguramente no eran los mismos que predicaba.

Pero ante lasa faltas de pruebas, nada podía hacer, además era evidente que este personaje tenia mas de un seguidor entre sus filas y arriesgarse era innecesario y pueril.

De todas maneras ella debía dirigirse a la asamblea después de el... tendría que calmar los ánimos, una tarea algo complicada pero faltaba poco para su turno mientras las ultimas palabras de Tarom resonaban en sus oídos.

-¿Durante años hemos de vivir en la precaria sombra que nos ofrecen las ciudades submarinas? Nuestros gobernantes siempre nos piden calma ¿Y que hemos logrado? ¡Solo cederles la tierra mientras nos escondemos como cucarachas en contra de nuestra voluntad! Aun estamos a tiempo de reivindicarnos y destruir a nuestros adversarios!-

Sus palabras carentes de un apoyo no eran lo peor de esta escena si no que el publico coreaba al unisonó.

-¡Venganza!-
-¡Venganza!-
-¡Venganza!-

Mientras el mandatario bajaba del pódium para ceder el turno a la chica, que nunca en su vida había sentido tantas ansias de matar a un humano...

Su gentil caminar llamo la atención del publico, se veía especialmente atractiva con el uniforme beige de comandante que solía usar para ocasiones formales, Iter era un chica sencillamente adorable, con su largo cabello castaño claro que le llegaba hasta los muslos, de facciones finamente esculpidas y con unos ojos de un gris tan profundo que parecía que estos se encontraban congelados, esto que resultaba intelectualmente insignificante le había ganado el favor de muchos miembros de la nobleza, por que era evidente que estos estirados eran tan estúpidos y superficiales que en lo ultimo que se fijaban era en lo que realmente importaba, las ideas para ganar la guerra y deshacerse de una vez de estos molestos Fuscus-Fugus.

Cuando se acerco al pódium cruzo su altiva mirada con la de Tarom que rebozaba en felicidad, inclusive este se tomo la molestia de dedicarle una burlona mirada de desafío mientras se retiraba con su asistente. Era de conocimiento popular que la postura de Iter Digrieda a pesar de no ser pacifista llamaba a la calma.

Poso su grácil figura frente el estrado mientras insertaba un disco ayuda en la parte inferior del pódium donde podía observarse un pequeño tablero, le dirigió una mirada interrogante al senador D’Armat quien era su benefactor y consanguíneo, este la observo benévolamente para luego hacer un ademan indicándole que podía comenzar.
-Es natural que siendo humanos queramos venganza.- Comenzó - ¿Pero acaso no es este uno de los mas grandes errores en que podemos caer?- Hizo un pausa para dedicarle una mirada a todos los espectadores y continuo.-Si bien hemos sido victimas de estos Fuscus-Fugus y hemos sufrido los infortunios mas grandes que se recordaran el la historia de nuestra especie, también podemos asegurar que nos a costado décadas llegar a donde estamos. –

Un espectador se levanto iracundo para hacerle frente, pero el mediador le indico que estaba prohibido interrumpir, este hizo caso omiso de su advertencia y levanto su voz.

-¿A dónde estamos?- Pregunto con sorda mientras miraba al publico detenidamente.
Iter lo reconoció inmediatamente como el Comandante de Derkat, ya que este iba ataviado con el inconfundible uniforme de su legión, el traje negro con franjas doradas que en los puños de la chaqueta tenia grabados los inconfundibles dragones de Jork. El comandante no era mas que un irreflexivo joven apenas mayor que ella de nombre Deran, uno de los fanáticos del senador Tarom y que además era conocido por no perder la oportunidad de masacrar cruelmente en nombre de la humanidad, de apariencia joven y gallarda, pero detrás de su envoltorio Iter sabia que solo había un hombre adicto a la sangre.

-Cariño te diré donde estamos- dijo en un tono despectivo que acarreo miradas de desaprobación y odio de algunas Serenas de la muerte que se encontraban en la sala.-Estamos en un hoyo submarino- continuo.- ¿Cuando se ha visto que tengamos que huir de tal manera para sobrevivir? ¡Creo que ya es hora que dejemos de lamentarnos y luchemos por lo que nos pertenece!-

La multitud aplaudió devastadoramente, mientras la diminuta figura de la Digrieda reflejaba odio en su mirada a través del gran proyector ubicado un poco mas arriba del pódium.

-Comandante Deran si quiere dirigirse al publico debe concertar una audición con tiempo, ya habrá momento para replicas cuando la señorita termine- Recordó el mediador – Ahora tome asiento y guarde silencio o me veré el la obligación de hacerle sacar-

Deran se sentó satisfecho mientras intercambia una mirada de complacencia con el senador Irgrich.

-Luchemos – Prosiguió Iter- dejémonos morir por la causa, ¡Para que esta no haya servido de nada! Es sumamente fácil decir que debemos vengarnos y yo incluso lo creo pero ¿Dejaremos que la venganza nos ciegue? Nos superan en numero y desgraciadamente en habilidades, pero nosotros tenemos un punto que podría ameritar una victoria, ¡Las Aquilas! Muchos no se atreven a usarlas por ser una maquinaria de doble filo pero, Las Serenas de la muerte hemos venido a esta asamblea con el único propósito de ofrecernos a probarlas en el campo de batalla, estamos conscientes de lo que estos guantes son capaces de proporcionarnos y quitarnos–

Presiono un pequeño botón que se encontraba en el tablero del pódium y enseguida en vez de su imagen apareció otra de este pequeño artefacto, era una especie de guante de cuero que solo cubría un tercio de la mano.

– Como pueden apreciar es una franja que cubre precisamente la zona de los nudillos, en los que se insertan esas cinco puntas que sobresalen llamadas clavus, antes de eso el Doctor Emil Arkaten, biznieto del creador del Aquila, lleva a cabo una pequeña operación para poder colocar los clavus, el tejido de la mano y sus huesos no se ven afectados, solo lo condiciona para que el Aquila pueda ser insertada. Como saben su tecnología logra reunir la energía humana materializándola, de tal forma que aparece un difuso haz de luz sobre el Aquila regulado por nuestra mente, al cual podemos dar forma y usar como arma, pero este “haz de luz” al ser parte de nuestra energía y al expresarlo y utilizarlo como arma en un combate real, nos abandona, nos vamos vaciando, de modo que es un arma limitada y que con un uso irresponsable nos puede causar la muerte, además esta energía altamente concentrada quema la piel, pero para evitar el este efecto el Doctor Emil a creado una loción que protege la extremidad, de manera que por ahora es posible utilizarla tomando las precauciones pertinentes, ahora bien – Pulso el botón de nuevo y la imagen desapareció para volver a mostrar un holograma de su rostro.- El objetivo de utilizar un arma no perfeccionada no es otro que cazar un Fuscus-Fugus, ya que antes de vencer hemos de conocer a que nos enfrentamos y tal vez mas de algo podamos aprender de esta forma de vida. Ya hemos trazado un plan en conjunto con la legión de “La novena estrella” pero las Serenas de la muerte no somos suficientes como soldados de batalla... Buscamos ayuda de otra legión, y es para eso que hemos venido.- Finalizo esperando respuesta del escéptico publico.

No estaba conforme con su discurso, pero solo necesitaba el apoyo de una legión, de las 23 restantes mas de alguna escucharía, mas de una debía estar dispuesta, no le bastaba con sus soldados y las brujas de la novena estrella no luchaban, debía tener refuerzos.

El senador D’Armat, su protector la contemplaba con orgullo buscando entre el publico algún comandante que expresara su apoyo.

Deran se levanto.